Por Mariángeles Vallejos, 8 de marzo de 2016
Hoy recibí un mensaje de mi madre
(atentos psicoanalistas que esto se pondrá bueno)
Decía, hoy recibí un mensaje
“Feliz día mujercita”,
escribió ella.
“Mujercita”.
A los 27
todavía soy un proyecto de algo,
un diminutivo
un lo mismo pero en miniatura.
Con un título universitario,
a una materia de tener otro
dos cartones de una universidad reconocida con mi nombre,
y aun así: “mujercita”.
Hace 11 años que no soy virgen,
cogí siempre desde ese momento,
a veces con amor, otras con más ganas que amor.
No importa, “mujercita”.
Usé y no usé preservativos,
me vino y no me vino.
Me asusté y festejé con mi ciclo menstrual.
Tuve novios, tuve “amigos”,
ya creí en el amor y ya descreí,
a los 27 creo en la existencia del amor firmemente
en formas variadas, pero igual
“mujercita”.
Pago mis cuentas,
no pido plata prestada.
Me abruma la factura de la luz, del gas
y que pagarla implique una tregua hasta el mes que viene
y todo vuelva a empezar.
Cambié de categoría en el monotributo,
me compré ropa nueva,
aprendí a cocinar,
dejé de comer tanta carne,
me tiño el pelo,
pago fortunas por un servicio de salud,
uso talle 90 de corpiño desde los 11 años,
paseo a mi perra y le doy sus vacunas,
tengo orgasmos,
riego las plantas aunque algunas mueren y entonces planto otras,
hablo con mis vecinos de temas mundanos,
saco fotos con mi cámara,
escucho radio AM,
me revisa el ginecólogo periódicamente
leo,
viajo,
corro,
tomo,
fumo,
¿qué es, entonces, aquello que me falta?
¿qué condimento secreto mata a la niña
y nace a la mujer?
zar pa do. Luchemos por dejar de ser seres incompletos. Basta de medias naranjas y medias mujeres -o… mujer ci tas-.
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