Por Ana Victoria González, juanamiga / Fotos de Mariángeles Vallejos
Las cuerpas nuestras
Disociados de nosotras
Territorios cartografiados por otros
Puestas en valor, de remate, rematadas
Desconocidas por siglos, vedadas
ignoradas por la ciencia, a la medida del hombre, que –siempre nos enseñaron- es la medida de todas las cosas
último reducto de la libertad
el último confín, el límite que no debería haber sido penetrado jamás sin invitación
Un punto que cuando se sabe constelado florece y arroja sus raíces
Se enciende y galopa expandiendo las fronteras hacia el horizonte
Úteras ociosas por decisión, siempre tierra fértil que decide cuál será el fruto y si saldrá o no de su vientre,
Sabemos: somos la tierra, y vienen por todo.
Que sepan: estos fuegos aislados en realidad son adelantos lumínicos,
hogueras iniciadas por nosotras para arder de nuestro fuego elegido
(Porque somos las nietas incendiarias, y tomamos las antorchas)
Y a partir de hoy vamos a pudrir el rancho hasta los cimientos
Y sobre la podredumbre arrojaremos las semillas
que conservarán para siempre la memoria reactiva, inflamable
Dispuestas a marcar a fuego el avance de la última frontera
Si descascaramos, nos arrancamos las armaduras, la corsetería, los cinturones de castidad
Si elegimos las palabras para vestirnos
Nuestra desnudez será signo de libertad